
¿Qué es meditar? Meditar es una práctica que se ha venido realizando desde hace miles de años. Es un ejercicio mental mediante el cual las personas se relajan y se conectan con su interior, para reflexionar sobre algún aspecto.
Dependiendo de la visión que se tenga sobre la meditación, se le puede considerar como una forma de dominar la mente logrando la conciencia plena, otros pueden considerarla como una forma de manejar el estrés y equilibrar la salud (mente-cuerpo).
Desde sus inicios, la práctica de la meditación es algo que se consideró como una actividad de adultos. Sin embargo, debido a los muchos cambios que hemos venido experimentando como sociedad, los avances, la vida tan agitada, que también ha afectado a nuestros niños, se ha despertado un interés especial por enseñarlos a meditar.
¿Por qué enseñarles meditación a los niños?
Enseñarles meditación a los niños, ha sido pensado con el fin de ayudarlos a canalizar su energía, enseñándolos a relajarse, a manejar el estrés que puede producirle los conflictos familiares o la misma cotidianidad. Es decir, las razones por las cuales los niños aprenderían a meditar son las mismas razones por las cuales lo hacen los adultos.
Muchos de los conflictos de salud que se nos presentan hoy día, como la fatiga, el agotamiento, el estrés, problemas de atención, son producidos por el estilo de vida actual. La continua y prolongada exposición a dispositivos tecnológicos y la falta de actividades de esparcimiento, son factores que inciden de forma negativa en la salud de las personas, tanto adultas como niños.
¿Qué beneficios ofrece la meditación?

La meditación representa una buena manera para relajarse, liberar tensiones y el estrés, transformar la mala energía equilibrando mente y espíritu. Quien aprende a meditar, desarrolla técnicas que le ayudan a combatir la ansiedad, conectarse con su yo interior, enfocarse y mejorar su calidad de vida.
Existen estudios médicos que reconocen la incidencia directa de la meditación diaria en la salud, ya que reduce los niveles de estrés, considerado en la actualidad como el asesino silencioso, así como también fortalece el sistema inmunológico de quien la practica.
La práctica de la meditación en los niños, les permite disfrutar, además de los beneficios anteriores, los señalados a continuación:
- Mejorar sus niveles de atención, concentración y memoria
- Los ayuda a estar más tranquilos
- Disminuye su ansiedad
- Manejan mejor la frustración ante los eventos que no controlan
- Descansan mejor y concilian más fácilmente el sueño
- Mejora su estado anímico y los relaja
En línea general, los ayuda a mejorar su salud y a manejar de una mejor forma sus emociones.
¿Quieres enseñar a tu pequeño a meditar?

Enseñar a un niño a meditar, no es tan complicado como podríamos pensar. Es cuestión de escoger las técnicas adecuadas. Una persona que practique la meditación puede transmitir a un niño la información que necesita para meditar. Aquí podemos darte unos sencillos pasos para ayudarte en esta tarea.
Infórmalo, despierta su curiosidad
Lo primero que debes hacer, es platicar con el niño sobre los beneficios de la meditación. Debes informarle lo que es la meditación, y los beneficios que van a experimentar practicándola. El niño debe estar interesado, o al menos intrigado en el proceso.
Muéstrale con hechos lo que predicas
El niño debe saber que tú practicas la meditación, y verte haciéndolo. Si él te ve, podrá comprender mejor en lo que consiste.
Oriéntalo para que escoja
Para meditar es importante usar una vestimenta cómoda y un lugar agradable y tranquilo, deja que el niño escoja que vestir y dónde meditar.
Enséñale a respirar
Una vez que el niño esté convencido e interesado en practicar la meditación, debes iniciarlo enseñándolo a respirar, ya que este es un punto esencial en el proceso. La respiración lo ayudará a concentrarse y relajarse.
Para enseñarle, basta con que empiece observando el movimiento de su pecho cada vez que inhala y exhala el aire. Así, viendo y sintiendo como entra y sale el oxígeno en sus pulmones, estará centrada toda su atención en ese momento y lugar.
Una forma de hacer esto puede ser tumbado boca arriba, colocar sobre su pecho alguno de sus juguetes favoritos. Allí podrá ver como sube y baja a medida que él toma y expulsa el aire.
Enséñale las posturas. Debes guiarlo sobre como sentarse. La posición de flor de loto es la más recomendada. Puede ser en silla, mueble o en el piso, manteniendo la espalda recta, con los ojos cerrados y concentrándose en su respiración.
En el caso de los niños, es más fácil que consigan estar tranquilos acostados, que sentados.
Ve conociendo su ritmo. No todas las personas somos iguales, y en los niños las diferencias son más notorias. Existen niños a quienes les cuesta, más que a otros, mantenerse sentados, tranquilos o en silencio. Si este es el caso de tu niño, procura conseguir estrategias que se adecúen, pero sin forzarlo.
Ve paso a paso. Respeta la forma y tiempo de respuestas del niño. El tiempo de meditación se puede ir aumentando de forma progresiva, para que así sea menos complicado para el niño adaptarse a la práctica, y convertirlo en un hábito en su rutina.

Entiende la diferencia entre niños y adultos, y crea el ambiente. Los adultos tendemos a ser más limitados en nuestros pensamientos, la misma dinámica diaria nos encierra en procesos automáticos. Los niños son más libres, dejan más fácilmente volar su imaginación.
Aprovecha esta diferencia y juega con ella. Deja volar tú también la imaginación y fabrica lugares hermosos adonde ambos puedan viajar a través de la meditación.
Paciencia, paciencia y más paciencia. La enseñanza, en ocasiones puede resultar ser una tarea titánica, llegando a ser frustrante tanto para quien enseña como para quien aprende.
No obstante, no es imposible hacerlo. Sólo debes hallar las técnicas y estrategias adecuadas. Para enseñarle meditación a los pequeños, es importante hacerlo sin presionarlos.

La meditación es una excelente herramienta para canalizar la energía de los niños particularmente intranquilos, ya que, meditando pueden hacerse conscientes de su propia energía.
Compartan sus impresiones después de cada sesión. Después de cada meditación, pregúntale a tu pequeño ¿qué le pareció?, ¿qué le gustaría cambiar?, ¿cómo le gustaría que fuese la siguiente meditación? Podrían sorprenderte y ayudarte mucho sus respuestas.
Dijo el Dalai Lama “si le enseñáramos meditación a cada niño de ocho años, eliminaríamos la violencia en una sola generación”.
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